
La Casa de los Rangel – Parte 3 de 3: El tranvía en Atlixco
En esta tercera entrega sobre La Casa de los Rangel, nos adentramos en cómo funcionaba este sistema de transporte que alguna vez surcó las calles atlixquenses.
Por décadas, las calles de Atlixco han guardado secretos que lentamente resurgen a través de fotografías antiguas, relatos familiares y huellas dejadas en la piedra. Una de estas huellas nos lleva al fascinante pasado de los tranvías que, a principios del siglo XX, formaban parte del paisaje urbano.
Las imágenes históricas que acompaña este artículo muestran claramente a las vías del tranvía extendiéndose a lo largo de una de las calles principales. Lo interesante es lo que no se ve: los cables aéreos. A diferencia de los tranvías eléctricos que poco a poco comenzaban a revolucionar la movilidad urbana en la Ciudad de México —con la inauguración, el 15 de enero de 1900, de la ruta Zócalo-Tacubaya por el propio presidente de la República, Porfirio Díaz—, el sistema en Atlixco todavía funcionaba por tracción animal.
Así era antes de que la electricidad dominara el transporte: los tranvías eran jalados por caballos, mulas o burros; desplazándose sobre rieles de fundición. No sólo servían para transportar personas, sino que también eran ampliamente utilizados para mover mercancías de un lugar a otro, especialmente en ciudades como Atlixco que en ese entonces estaba lleno de haciendas y fábricas textiles.
Las vías no estaban puestas al azar. Apenas unas calles al poniente, pasando el zócalo, se encontraba la entrada ferroviaria a la ciudad. Desde allí llegaban bienes y personas, lo que hacía del tranvía muy popular como forma de transporte. Hacia el oriente, los rieles se extendían rumbo a la zona industrial, llegando a conectar con fábricas, almacenes y haciendas.
Todo indica que este sistema era muy útil y cómodo, porque las vicisitudes de las carretas quedaban atrás. Problemas como: que las ruedas se quedaran atoradas por el suelo enlodado, cargar una limitada cantidad de peso o el zangoloteo incesante, desaparecían con el uso de las líneas ferroviarias y los durmientes.
El tranvía permitió que la ciudad tuviera un eficiente flujo comercial, ideal para una ciudad en crecimiento. Así, entre caballos, rieles y adoquines, Atlixco se abría paso hacia la modernidad. Y, aunque hoy en día estas vías han desaparecido del paisaje urbano, su memoria persiste en las fotos que nos permiten hacer un viaje en el tiempo.