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La Casa del Alfeñique: dulzura barroca… ¿con un vínculo atlixquense?

El 5 de mayo de 1926, en una fecha cargada de simbolismo para Puebla, el entonces gobernador Claudio Tirado inauguró el Museo Regional de Puebla en un inmueble que ya era emblemático por su peculiar estética: la Casa del Alfeñique, también conocida como la "Casa del Confite". Su fachada recubierta de ornamentos blancos recuerda al alfeñique, ese dulce árabe hecho con azúcar de caña y decorado con filigrana, del que toma su nombre esta joya arquitectónica del barroco poblano.

El museo, ubicado en el centro histórico de Puebla, resguarda actualmente unas 1,600 piezas distribuidas en 16 salas. Entre esculturas, mobiliario, vestimentas y objetos ornamentales, el acervo traza un recorrido por la historia regional.

La historia de la casa comienza con una promesa romántica. Según algunas fuentes, fue el herrero Juan Ignacio Morales quien mandó construirla, motivado por el peculiar deseo de su prometida: una casa "de alfeñique" como condición para el matrimonio, sin embargo, ésta es solo una leyenda. El arquitecto Antonio Santa María Inchaurregui fue el encargado de diseñar esta obra que ha resistido el paso del tiempo y los embates de la naturaleza, incluidos los sismos que han azotado la región. El más reciente, en 2017, obligó al cierre del inmueble por 14 meses debido a los daños estructurales que sufrió.

Hoy, restaurada y abierta al público, la Casa del Alfeñique sigue siendo una muestra viva del arte, la historia y el mestizaje cultural de Puebla. Aunque, algo muy curioso es cómo, entre sus muros también resuena, aunque discretamente, el eco de Atlixco. Porque antes de convertirse en museo, la Casa del Alfeñique tuvo diversos propietarios y usos. Uno de ellos, de especial interés para los atlixquenses, ya que fue originario de Atlixco, sin embargo, esa no es toda su historia. Pero eso, es material para otro artículo…